Dentro de las distintas metodologías y técnicas de valoración de empresas que nos ofrecen tanto la doctrina científica como la práctica profesional, existe en nuestros días un amplio consenso en que la adopción de una perspectiva financiera y dinámica, que encuentra su mejor concreción en el descuento de flujos de caja o discounted cash flow, constituye la mejor aproximación al valor de una empresa o negocio en un escenario de continuidad de sus operaciones. De acuerdo con este modelo, de general aceptación, el valor de una empresa en marcha es función de sus resultados futuros, por lo que debe estimarse a partir de métodos propios del análisis y evaluación de inversiones, considerando a la empresa como un proyecto de inversión singular, yvalorable como si se tratara de un activo financiero. De este modo, el valor empresarial dependerá de los flujos que se espera que la empresa será capaz de generar en el futuro y del riesgo asociado a los mismos, resultando igual al valor actual de esa corriente de flujos futuros, descontados a una tasa de interés que refleje el riesgo percibido por el inversor. Sin embargo y a partir de la asunción de que el mercado refleja, en promedio, el correcto valor de la empresa y de las acciones, se ha extendido la práctica de valorar las empresas por referencia a otras empresas, supuestamente comparables. Es lo que se ha dado en llamar valoración relativa, o de mercado, que goza de una gran popularidad, debida en muy buena medida a la actuación, en el mercado de fusiones y adquisiciones, de determinados inversores institucionales como, en particular, las entidades de capital riesgo y private equity. De acuerdo con esta técnica, que analizamos en este capítulo, una empresa vale un cierto número de veces (un múltiplo), un determinado parámetro económico o financiero de la misma.
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